Por Fernando Lemus Barroso.
Las campañas electorales nos trasladan, a menudo, una visión grotesca, cuando no cantinflera, de la realidad. De tal forma que, lo que debería ser una oportunidad para debatir ideas y propuestas, queda sepultada por una avalancha de demagogia, mentiras y dinero; a veces mucho, muchísimo dinero. Aquí podemos ver casos muy pintorescos. Nardy Barrios - ella sola todo un partido, encabezando una comitiva de zombies anónimos - pasando de puntillas sobre sus años de colaboración con Saavedra en el desastre municipal, olvidándose de Aday Ruiz, de las farolas de las Canteras, y de los "desaparecidos", en ignorado paradero, que integraron sus listas en 2007.
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El PP sobrevuela, con igual discreción, su pasado inmediato rico en peripecias por los juzgados de lo penal, ya fueran eólicas, teldenses, moganeras o sorianas, que por falta de material que no quede. Pero la gran originalidad de esta campaña es la manta trapera que, con toda clase de retales, ha tejido Nueva Canarias y su artesano mayor Román Rodriguez. No hay rincón del Archipiélago, familia mal avenida, luchas fratricidas, matrimonios en crisis, amigos que se distancian y todo tipo de desavenencias imaginables, que no haya sido visitada por este cirujano de la discordia, hasta fraguar la alianza política más insólita de la historia política de Canarias. Con estas premisas se han arrejuntado minorías palmeras; socialistas de Santiago Perez; gomeros enfrentados a Esteban Bethencourt, que para más inri acaba presentándose con el PP; disidencia majorera, agrupada por un resentido Manolin Travieso; los socios de siempre de Lanzarote, Becerra y Pedro Armas, con tanta experiencia inmobiliaria, reforzados con la savia nueva del PIL de Dimas Martín, que dirige el cotarro desde su obligado "retiro" en Tahiche; antiguos alcaldes rebotados del PP ,como Santiago Galván por Moya, de acrisoladas convicciones democráticas; y cuanta opción local, donde no se presentara NC, aceptara su patrocinio a cambio de traficar los votos al Cabildo y al Parlamento hacia ellos.
Lógicamente este tipos de acuerdos tiene su vertiente económica, y como la hucha de NC parece que está a rebosar, es fácil deducir que pagarán muchas pequeñas campañas, aparte de la fastuosa y desproporcionada campaña central, que apesta a tren por todos lados. Que no se diga que es solo una consecuencia de la ley electoral, puesto que la incitación a la disidencia la viene practicando NC de viejo por todo el Archipiélago, traduciendo en concreto el ideario Romanista de que hacer política es conspirar ¡Hay si las paredes del "Pote" hablaran!
Junta no se verá a la tribu ni para tomar café, porque en términos políticos hay muy poco en común, pues tal enjambre no ve más allá de sus intereses o de sus bolsillos, y son incapaces de escribir media línea sobre un proyecto común. Son taifas, Reinos de Taifa, a los que solo une un guión negativo, contrero, que legitima identificarlos como el "Frente del Resentimiento". En unos momentos tan difíciles para Canarias y para las capas más débiles de la sociedad, Román Rodriguez no tiene otro discurso que propagar el odio y la confrontación por medio del pleito insular, creando heridas en los sectores más atrasados de la sociedad de difícil y larga curación.
Canarias no se puede construir sobre la confrontación y el resentimiento, ni puede ser un mosaico de disparidades localistas que se pretende unificar en la figura de Román Rodriguez, dueño de una apariencia de partido que se llama Nueva Canarias. Aventar todo lo que separa a los canarios, con el propósito inequívoco de dividirlos, porque en esa basura prospera NC, es la mayor ceguera, la más destructiva carga de profundidad a nuestro futuro como pueblo.
A estas alturas, se hace difícil entender que pintan en este frente sectores, como el encabezado por Santiago Perez, que dan la apariencia de hacer una simple aportación a fondo perdido, para aupar a una causa que no es la suya. La era de la crispación, que se instaló en la política española hace años, y que en Canarias tuvo un alumno aventajado, felizmente huido, llamado Juan Fernando López Aguilar, se sigue interpretando en clave autonómica por una tropa dispar de individuos, oportunistas, dudosos y resentidos, que encabeza un maniquí mediático, apto para todos los usos, que responde al nombre de Román Rodriguez.
Visto en: ArchipielagoNoticias
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